Para muchos el pacifismo es solo la muestra de la obediencia, de una forma de hacer las cosas como quiere y satisface al poderoso. Sin memoria histórica es muy difícil entender los gritos de venganza. Sin memoria es muy difícil entender lo que mueve a muchos y muchas que están dispuestos día a día a entregar la vida en la lucha contra la opresión, y el abuso.
Este canto es por la libertad y la memoria y fue escrito luego de la Matanza de la Escuela Santa María en Iquique.
En memoria de Francisco Pezoa
foto: http://www.flickr.com/photos/marcelogacitua/2125196736/sizes/o/in/photostream/
Canto a la Pampa, la tierra triste,
réproba tierra de maldición,
que de verdores jamás se viste,
ni en lo más bello de la estación.
En donde el ave nunca gorjea,
en donde nunca la flor creció,
ni del arroyo que serpentea
su cristalino bullir se oyó.
Año tras años por lo salares
del desolado Tamarugal,
lentos cruzando van por millares
los tristes parias del capital.
Sudor amargo su sien brotando,
llanto a sus ojos, sangre a sus pies,
los infelices van acopiando
montones de oro para el burgués.
Hasta que un día, como un lamento
de lo más hondo del corazón,
por las callejas del campamento
vibró un acento de rebelión.
Eran los ayes de muchos pechos,
de muchas iras era el clamor,
la clarinada de los derechos
del pobre pueblo trabajador.
Vamos al puerto - dijeron-, vamos,
con un resuelto y noble ademán,
para pedirles a nuestros amos
otro pedazo, no más de pan.
Y en la misérrima caravana,
al par que el hombre, marchar se ven
la amante esposa, la madre anciana,
y el inocente niño también.
Benditas víctimas que bajaron,
desde la Pampa, llenas de fe,
y a su llegada lo que escucharon
voz de metralla tan sólo fue.
Baldón eterno para las fieras
masacradoras sin compasión,
queden manchadas con sangre obrera
como un estigma de maldición.
Pido venganza por el valiente
que la metralla pulverizó;
pido venganza por el doliente
huérfano y triste que allí quedó.
Pido venganza por la que vino
de los obreros el pecho a abrir;
pido venganza por el pampino
que allá en Iquique supo morir
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